HASTA EN LA SOPA
La sopa está rancia, pasada de sal y empiezan a crecer hongos en ella. La olvidamos en el fondo de la nevera para no tener que repetir de nuevo el mismo trago amargo y fuerte a la hora de la cena, ni a ninguna otra hora.
Antes de ser sopa, las calabazas crecieron bajo el cielo azul y la tierra mojada, se tornaron naranjas y florecieron con cada rayo de sol, sin esperar nunca que iban a terminar en este plato hondo y desportillado, sin señales de vida y con el color opaco. Por eso, aunque ya no creo en medias mitades, a veces pienso que solo fuimos calabazas queriendo ser medias naranjas. Nos pasamos de sal, sabíamos tanto, que al final no sabíamos a nada...y solo quedaba una sensación desagradable, la de nuestra inmadurez. L
a única diferencia entre nosotros y las calabazas es que ellas gritaban por el amor y nosotros por la ausencia.
-Anónimo